lunes, 2 de junio de 2008


Bajo los adoquines tan solo hay estiércol

Mayo del 68: Bajo los adoquines tan sólo hay estiércol El siguiente panfleto (introducido en bolsas de estiércol) fue repartido el pasado 29 de mayo en la proyección de dos películas de Guy Debord en el Museo Reina Sofía.
Colectivo La Felguera

Este es el tiempo en que los revolucionarios se encuentran en todos los lugares y, al mismo tiempo, en ninguno. La cultura de la contracultura, exaltada en conmemoraciones culturales como la de Mayo del 68, se expresa por medio de un estilo de vida alternativo que busca complacer un cierto deseo de vida satisfecha, aún cuando la violencia y la dominación ocupen ya todas y cada una de las parcelas en que la vida cotidiana se expresa.
Lo cool, el buenrollismo y lo post han logrado semejante alquimia: Debord es “guay” y los anarquistas, cómo no, “super radicales”. Se importan ideas con sabor a podrido (Reclaim the streets, antiglobalización…), porque siempre es mejor apuntarse a lo que ya no asusta ni a las viejas. Este es el triunfo de una sociedad que, para su supervivencia (es decir, su anhelo de caminar junto a la Historia), necesita de la disidencia y la rebeldía, a los artistas modernos. Sin ellos, bajo el ruido de sables, se descubre el velo y emerge el hecho de que la revolución, el Terror, jamás será permitido. Los mínimos éticos han sido rebajados a la altura del suelo, porque renunciando a la felicidad se persigue una banal satisfacción y una devaluación grotesca de revolución parcial y siempre lúdica: la fiesta o la mani-fiesta-acción, la apariencia. Esta protesta es, casi siempre, multitudinaria y divertida. Triunfa. No obstante, como dijo Breton hace ya mucho tiempo, cuando otra revuelta del espíritu era fagocitada (Dada): “Hace tiempo que el riesgo ya no está allí”. Pero esto no parece importar, porque entonces las ideas se convierten en cultura, sin excitación, sin que tengan la virtud de ser un asalto a nuestras vidas. El movimiento se encuentra actualmente privado de vida porque participa directa y únicamente de la cultura y no de la revolución.
El fuego, igualmente, hace tiempo que tampoco está allí. Ni siquiera el juego, motivado por el placer del disfrute, el movimiento anárquico, incluso el anonimato… hace tiempo que ya no está allí. Mayo del 68, totalmente dirigido, programado y conmemorizado, en busca de un cierto consenso, por los directores, programadores y conmemoradizadores (¡que cada cual escriba sus nombres!), todos cómplices y actores de la buena conciencia en este año 2008 de la rata, despojan lo último que le quedaba a la revuelta.
Con la conmemoración de Mayo del 68 no se persigue, como algunos han señalado, abrir un debate, sino cerrarlo. En último termino, se pretende reconciliarse con la Historia. Para ello, medios de comunicación de todo tipo, políticos, intelectuales, filósofos, casi todos ellos espectadores ocasionales de los disturbios, tipos de segunda o tercera categoría en la revuelta sin nada que decir hoy, fósiles como Glucksman, gentes que no dudaron en comer de cualquier plato y que a buen seguro serían repudiados por más de un enragé, han acudido allí donde se les ha llamado. Esto es hoy Mayo del 68. Tal grado de equlibrismo resulta inaudito. Guardan disciplinados la instantánea y no hay quien se atreva de decir que no estuvo allí, en Mayo. Jamás un acontecimiento le sirvió a tantos personajes de rédito vitalicio ad infinitum.
Nadie, a derecha e izquierda, ha perdido la ocasión para opinar, comentar y, por supuesto, en muchos casos, decirse heredero del sesentayochismo. Cabe preguntarnos desde que instancias se ha impulsado esta masiva conmemoración. Podemos, efectivamente, pensar que los actos programados para este mes han sido promovidos por los mismos militantes, pero nosotros no somos tan estúpidos. Por supuesto, existen casos honestos (pocos, muy pocos), pero o bien son aislados, o son el resultado de una incorporación crítica y a posteriori a un evento que ya había sido programado.
La libertad de expresión no sólo implica el derecho a opinar y expresarse sin límite alguno sobre cualquier asunto, sino también el poder escoger el “asunto”. La conmemoración de Mayo del 68 vino ya servida desde el Poder. No hay capital que se precie (Madrid, París, Londres…) en cuyos museos, fundaciones o filmotecas no se alabe el sentido estético de aquella revuelta. El Poder nos ha dado el tema sobre el que hablar este mes, ha puesto suficiente pasta sobre la mesa y, en no pocos casos, ha actuado como buen topo “dejando hacer” a militantes para que estos elijan los autores, eventos y lugares comunes.
La conmemoración del mayo francés pretende eso mismo: convertirlo en Historia, mediante un falso consenso según el cual se respete siempre la versión oficial y se incida en aquellos aspectos más espectaculares.
El movimiento se encuentra actualmente privado de vida porque participa directamente de la cultura y no de la revolución. Viejas y nuevas generaciones llegan, por fin, a un acuerdo “histórico”.
Bajo el pretexto del recuerdo se ensalza una fecha, unos mitos y una iconografía de la que todos se dicen herederos. A la izquierda, pero también a la derecha, resulta sospechoso ese consenso plural y pacífico.
A todos estos radicales prêt a porter Mayo les sirve como una forma snob de tener buena conciencia y demuestra, en último término, la incapacidad absoluta por vivir el presente, es decir, por impugnar la miseria contemporánea, instalándose en la nostalgia y en lo peor de un pensamiento que no conduce a la acción .
Llegados a este punto, para nosotros Mayo de 1968 no tiene hoy otro valor cultural que el de la coca-cola, la tecnología o el último disco de moda. Es cadáver porque su conmemoración crea ideología (pensamiento socialmente condicionado y falsa conciencia).
Todo código y toda ideología existen para ser derribados. La mitificación de cualquier belle epoque genera un resultado aún más perverso, porque hace pervivir una ilusión a modo de historia masticada y luego devuelta a la cultura popular, un cuento de hadas y una miserable evocación del porvenir pasado.
Hoy, la única lección útil de Mayo de 1968 sería la de denunciar la increíble capacidad recuperadora de todos aquellos que renunciaron a la utopía y abrazaron un mundo que un día dijeron rechazar y del hecho de que el arte y la cultura, es decir, el Poder, se mantiene a costa de producir la falsedad del placer, el juego y la libertad. Desvelar los mecanismos modernos de la dominación.
Donde todo es fagocitado y la rebeldía es otro momento más del orden y la cultura, ¿Cuál es el papel del revolucionario? Si Mayo del 68 tuvo la sana costumbre de cuestionar e interrumpir a la autoridad allí donde está se expresase (en facultades o en la calle), una buena dosis de “pedagogía sesentayochista” sería interrumpir todos y cada uno de los actos que se han programado durante este mes.
No, no está allí, no busquéis rebelión en los actos de Mayo del 68.

Bajo los adoquines tan sólo hay estiércol.



Colectivo La Felguera, mayo 2008.

Para ver imágenes del panfleto y del cartel que acompañó la acción visita: http://www.nodo50.org/lafelguera http://www.nodo50.org/lafelguera

viernes, 23 de mayo de 2008


Mayo del 68 por Alain Bihr

Mayo 68: El mundo de la segunda mitad de los años 1960 x Alain Bihr

Los Estados centrales del mundo occidental no escaparon al cuestionamiento general de las relaciones de dominación que caracterizan los años 1960, y que explica una de las consignas de la época, la de la “contestación”

¿Cómo re-evaluar el sentido y el alcance de la crisis social y política que Francia conoció en mayo-junio de 1968 cuarenta años después de estos hechos? Si este alejamiento histórico relativo tiene evidentemente ventajas (liberándonos de los errores de juicio y de las ilusiones que tuvieron actores o testigos directos, entre quienes se encuentra el autor de estas líneas) ¿no presenta también trampas de las cuales la menor no es la de intentar reconstruir el hilo de esos hechos únicamente en función de lo que sabemos hoy fue el resultado?
El partido que yo he adoptado es asumir claramente la distancia histórica en relación al hecho, acentuándola, incluso, deliberadamente: justamente porque pienso que el hecho tuvo un alcance histórico y mundial, se me hace necesario remontarme aún más lejos en la historia e inversamente, descender el curso de ésta para reaprender todas las vertientes y rehacerlas. Asimismo, se me hará necesario redituar este hecho en el contexto internacional que fue el suyo y que en parte le dio igualmente su sentido. Es por allí que voy a comenzar.

El mundo de los años 1960 es aún el que nació el día siguiente de la segunda guerra mundial. Se caracteriza a la vez por la rivalidad entre lo que llamamos en la época, inadecuadamente, los “dos bloques”, el “capitalista” y el “socialista”, oscilando entre “guerra fría” y “distensión”, así como por la confrontación de lo que aún no era llmado el Norte y el Sur, sino los “países desarrollados” y los “países subdesarrolados” (eufemísticamente rebautizados luego como “países en vía de desarrollo”). Denominaciones totalmente impropias también las unas y las otros para mostrar las relaciones entre el centro y la periferia del sistema capitalista mundial. Lo que golpea retrospectivamente en el espectáculo que ofrece globalmente el mundo así dividido de los años 1960, es la crisis general tanto larvada como abierta, de las diferentes formas de dominación que allí se ejercen, por diversas que ellas sean.

Y para comenzar en las relaciones “Norte-Sur”. No es necesario volver largamente sobre la gran ola de descolonización que se desata entonces sobre África y una buena parte de Asia, poniendo fin a la existencia de imperios coloniales algunas veces pluriseculares. La mayoría de las antiguas colonia europeas (las del Reino Unido, Francia y los Países Bajos) acaban de acceder o acceder entonces a la independencia política, ya sea que esta fuese concedida bastante fácilmente por las antiguas potencias coloniales o que hayan sido duramente arrancadas por los pueblos colonizados al final de verdaderas guerras de liberación nacional. Solamente va aún a persistir durante varios años, lo que resta del imperio colonial portugués (hasta la “revolución de los claveles” en abril de 1974) y del imperio colonial español (hasta la muerte de Franco en noviembre de 1975). Francia sale derrotada de dos guerras coloniales sucesivas (la guerra en Indochina entre 1946 y 1954, y la guerra de Argelia entre 1954 y 1962), que además habían precipitado la independencia de sus colonias africanas, y promovido - volveré sobre esto - la politización del medio estudiantil en Francia a fines de los años 1950 e inicios de 1960.

En efecto, para la mayor parte de estas ex colonias europeas, esta independencia política a significar un sinónimo de ilusión, en la medida que, de hecho, ella significó el paso de una forma arcaica de imperialismo (el colonialismo) a un neo-imperialismo fundado sobre el desarrollo desigual y, por consecuencia, el intercambio desigual en el mercado mundial, precisamente por siglos de colonización, sinónimos de dependencia continua (tecnológica y financiera) y de especialización obligada a la producción de materias primas baratas. Es esto lo que estas jóvenes naciones del Tercer Mundo (el mundo nacido en la Conferencia de Bandoung que se realiza en 1955 por iniciativa de Sukarno, Nerhu y de Nasser), van rápidamente a aprehender a su costa.
Ello no impide que - principalmente cuando ha sido conquistada por la lucha y la movilización política o incluso por la lucha armada de las poblaciones colonizadas - esta independencia permita cuestionar los antiguos modos de dominación de la periferia por el centro.

Nada es más sintomático a este respecto que la derrota militar que conocen todas las potencias occidentales que persisten en la vía de la perpetuación de esos antiguos modos, ya que se traten de potencias secundarias, largamente en declinación (como Portugal en Angola y Mozambique) o potencias de primer plano, como los Estados Unidos en Vietnam. Desde este punto de vista también, el año 1968 será simbólico ya que comienza con la gran ofensiva que los maquis “vietcong” apoyados por el ejército nor-vietnamitas, pero también por la URSS, desatan a fines de enero en Vietnam del Sur contra el ejército de este último y sus aliados estadounidenses (ofensiva llamada del Tet, el nuevo año vietnamita). Si esta ofensiva en lo inmediato fue un fracaso en el terreno militar, ello será finalmente un éxito en el plano político, ya que contribuirá a convencer a una parte de la opinión pública y a los responsables de la política estadounidense que la participación militar de su estado en Indochina no podía ser más que una masacre sangrienta y costosa, lo que sugería, en consecuencia, la urgencia de salir ella. Más aún todavía, cuando el asunto había conducido a la politización del mundo estudiantil en los campus universitarios estadounidenses, radicalizando la contestación.

Que estas victorias, ya adquiridas o próximas de los movimientos anticolonialistas o antiimperialistas en el Tercer Mundo, se hayan debido en parte, al apoyo del “campo socialista” (la URSS y sus satélites de Europa del Este; de China, etc.), no debe ilusionar sobre la naturaleza y el estado del llamado “campo” al seno del cual las formas de dominación no estaban menos manifiestas entonces.
Y, para comenzar, la autoridad del jefe del “campo” era cada vez más cuestionada. Si la “desestalinización” emprendida por Khrouchtchev a partir de 1956, contempla la victoria de la disidencia yugoslava (1948) , los años 1960 se abren sobre “el gran sismo” entre Moscú y Pequin, que nada reducirá luego, al contrario los dos “hermanos enemigos” se enfrentarán durante algún tiempo /entre marzo y agosto de 1969) a lo largo del río Oussouri. Antes incluso de esta ruptura, la autoridad “soviética” había sido en varias oportunidades cuestionada en Europa del Este, a favor del levantamiento obrero en Berlín en junio 1953, de las manifestaciones y huelgas polacas en junio de 1956, y sobre todo, evidentemente, de la insurrección húngara de octubre y noviembre de 1956, ahogada en sangre por los tanques y las tropas del gran hermano “soviético”.
Este cuestionamiento de la autoridad de la URSS sobre sus satélites iba a encontrar una magnífica nueva ocasión de manifestarse durante el años 1968 con “la primavera de Praga”, la cual será finalizada por una intervención militar ampliada, esta vez por el conjunto de las tropas de los “Estados hermanos” (con la excepción de Rumania). Agregando a las revelaciones que se multiplicaban sobre la naturaleza y la amplitud de los crímenes de masas cometidos por esto regímenes, estas diferentes crisis terminan por desacreditar el autollamado “modelo soviético” (fundado de hecho sobre el aplastamiento de los soviets) al mismo tiempo que debilitan la influencia de la URSS sobre el movimiento obrero en el mundo y la de los partidos “comunistas” interpuestos. Sobre todo, la manera en que ellos son tratados los disidentes, y la imposibilidad de que ese “modelo” pueda reformarse, lo que prueba simultáneamente el fracaso relativo de las reformas llevadas adelante, entre 1956 y 1964, por Khrouchtchev y su equipo en la URSS: una perestroika (sin glasnot, sin embargo) intentada un cuarto de siglo antes de Gorbatchev quien hará popular el término. De este fracaso resultará directamente el estancamiento de la era Brejnev, en el curso de la cual la URSS perderá definitivamente el partido de brazo de hierro opuesto a Occidente, abriendo asó la vía a su hundimiento final.
¿Y en el Oeste, precisamente, qué hay de nuevo? En efecto, el tampoco escapa a este cuestionamiento general de los modos de dominación que caracterizan a los años 1960. En su caso, el blanco está constituido por los términos del compromiso fondista entre Capital y Trabajo sobre el cual habrían terminado por desembocar la crisis estructural del capitalismo mundial centrado sobre los años 1930, en una palabra, las luchas sociales y políticas: las luchas de clases, que lo habían acompañado en el seno de los diferentes Estados centrales, así como los enfrentamientos militares entre ellos conocidos bajo el nombre de Primera y Segunda Guerra Mundiales.
Ya tendré oportunidad de volver sobre ello más adelante en detalle, sobre los términos de este compromiso, variable en sus formas institucionales e ideológicas de un Estado a otro, pero implicando en todas partes la aceptación por los trabajadores asalariados de formas renovadas de la dominación y la explotación capitalistas (de la cual el trabajo en cadena en la industria automotriz es el ejemplo emblemático) como contrapartida de la garantía de una reducción de sus tiempos de trabajo, de un aumento de sus salarios reales (correspondiente a un aumento y a un enriquecimiento de sus normas de consumo), de la puesta en práctica de sistemas públicos o privados de protección social (contra la enfermedad, el desempleo, el cuidado de los niños, la vejez) implicando la socialización de una parte del salario, más ampliamente de la satisfacción de un cierto número de necesidades colectivas (vivienda, educación, salud, diversión), de una “democratización” del estado y de la sociedad civil, bajo la forma de reducción de las desigualdades y de una movilidad social mayor, etc.
Este compromiso va a servir de base y de marco a las tres décadas de acumulación intensa y continua del capital (los famosos “treinta gloriosos” caros a Jean Fourastié) que el conjunto de los Estados centrales a van a conocer luego de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, en una renovación de las formas de hegemonía de la burguesía. Pero, precisamente, que comienza también a dar signos de agotamiento en el curso de los años 1960.
Los principales son del lado del capital, la baja tendencial de la tasa de ganancia, la retomada del movimiento de internacionalización de los capitales (desde el fin de los años 1950), la constitución del mercado de eurodólares, la crisis larvaria del sistema monetario internacional resultado de los acuerdos de Bretón Woods, del hecho de la debilidad creciente del dólar que era el pívot; y, del lado del trabajo, la ola de grandes huelgas obreras la mayoría de las cuales llamadas en la época “salvajes” (porque escapaban al control de las organizaciones sindicales), que se van a desencadenar en todo los Estados centrales. La huelga general de mayo-junio de 1969 en Francia no será más que un episodio cuya repercusión en el extranjero no dice, haciendo olvidar, todas las otras que, antes como después de esa fecha clave, sacudieron por ejemplo, a la industria automotriz, emblema de la industria de la época fondista, en los estados Unidos, en Gran Bretaña, en Italia, en Alemania, en Suecia, etc.
De este modo, los Estados centrales del mundo occidental no escaparon al cuestionamiento general de las relaciones de dominación que caracterizan los años 1960, y que explica una de las consignas de la época, la de la “contestación”. Evidentemente, esta crisis del fordismo toma formas y una intensidad específicas en el seno de cada uno de los estados. En Francia ella va a revestir el carácter de una verdadera crisis de hegemonía. Es al menos la tesis que yo quiero desarrollar en la continuación de este artículo.
Notas de Agenda Radical
*) El texto que reproducimos, es parte de un artículo más extenso publicado en el sitio de La Breche (Suiza), bajo el título "Mai-juin 1968 en France: l` épicentre d`une crise d´hégemonie" (Mayo-junio 1968 en Francia: el epicentro de una crisis de hegemonía), y que integra una serie de análisis de diferentes autores/as, que La Breche dedica Mayo 68.
**) Alain Bihr, profesor de sociología en la Universidad de Franche-Comté, Francia, autor de numerosas obras sobre el marxismo y la historia económica; recientemente a ha publicado: "La préhistoire du capital. Le devenir-monde du capitalisme" (La prehistoria del capital. El volverse-mundo del capitalismo), Cahiers libres, Editions Page deux, Lausanne, 2006; y "La novlangue néoliberale. La rhétorique du fétichisme capitaliste" (El nuevo lenguaje neoliberal. La retórica del fetichismo capitalista), Cahiers libres, Editios Page deux, Lausanne, 2007.
La Breche, www.alencontre.org. Traducción de Mariana Sánchez y Ernesto Herrera para Agenda Radical. Agendaradical@egrupos.net

jueves, 10 de abril de 2008

manifestación Montevideo 1968


contra el olvido y por las utopías rememoramos el 68

Bienvenidos al blog de la agrupación ERU; sobrevivientes del movimientos estudiantil de 1968 en Uruguay.Abrimos este espacio virtual a fin de rescatar nuestra memoria y compartirla con quienes se interesen. En el 40 aniversario del mayo de 1968 publicaremos documentos, videos y fotos así como testimonios de aquellos años.Recibimos desde ahora los envíos a nuestro correo: eruditos68@gmail.com

rescatando la memoria del movimiento estudiantil año 1968

Borrador para el boletín de la agrupación de estudiantes del liceo nocturno José Pedro Varela, ERU ( Estudiantes Revolucionarios Unidos) año 1968.

Estamos asistiendo a una agudización de las luchas en América Latina

El momento histórico que estamos viviendo nos exige una definición; se trata de luchar no luchar y ser cómplices de esa manera activos o pasivos de las corruptas oligarquías que nos gobiernan.
La clase obrera se encuentra en conflicto por la defensa de su salario y por fuente de trabajo, que se les pretende despojar a punta de metralleta.
Los estudiantes estamos en conflicto por problemas específicos de la enseñanza y como parte del pueblo uruguayo y de una juventud que no se entrega, luchamos junto y por los obreros, apoyando en este caso la lucha de los obreros de los frigoríficos.
Se rebelan estudiantes y se rebelan los obreros; ante esto al clamor del pueblo se lo pretende acallar en nombre de la “ley”·, la “democracia” y el “orden”, reprimiendo todo tipo de movilización y violando por segunda ves la autonomía de Secundaria y La Universidad.
La detención de 200 estudiantes en el IAVA, 8 de los cuales al nocturno número 5 José Pedro Varela, el destrozo de las fuerzas policiales al instituto, el manoseo a 4 compañeras, muestran en su esencia el rostro del régimen que nos oprime.
Estos hechos se reiteran a diario con estudiantes de otros institutos, caso del liceo Rodó cerca de donde la policía en el Templo de los Vascos deteniendo allí a 15 estudiantes.

Nuestro centro no fue una excepción salio a la calle en los turnos diurnos y al caer la tarde efectivos del ejército rodearon el liceo.
Anoche el nocturno número 5 salio en protesta reclamando libros a apoyando la lucha de los frigoríficos; dos hechos muestran bien claro quien luchamos.

1) un burgués con su Opel cadete 62 chapa 521 705 atropella a una compañera que debió ser internada.
Estos accidentes no son casuales como no fue casual lo del coronel retirado que asesinó al obrero Arturo Recalde. Aquí vemos mas claro la lucha de clases; la clase social explotadora, la burguesía opuesta al proletariado y sectores medios que luchan por su emancipación económica.

2) el otro hecho fue la llegada al instituto de efectivos del ejército, que presionaron a nuestra salida.
Debemos decir que no hay democracia con pobres y ricos.
No hay democracia con gobernantes corruptos
No hay democracia fundada en una constitución y unas leyes hechas para tener la opción de reprimir; defender un orden que es imposible restablecer donde las estructuras sociales no se cambien.

Y tenemos la prensa vendida que habla de “agitadores”, “revoltosos” que para defender a ministros como Pereyra, Faccio ya censurado, ocultan las atrocidades que se cometen en nombre del “bien ”de la República.

Los libros a esta altura es muy difícil que los obtengamos por la sencilla razón de que el gobierno debe a Secundaria 400 .000 .000 de pesos y que Enseñanza Secundaria no arriesga nada por reclamar lo que necesita. En aras del facilismo se está liquidando a la enseñanza.

La lucha debe seguir más fuerte que nunca, nuestro objetivo debe ser organizarnos y extender la lucha a todos los centros. Resistir unidos hasta la victoria, no nos queda otro camino.
Seguir apoyando la heroica huelga de los frigoríficos
Luchar contra la actual constitución de esta sociedad por una mas justa.

La sangre de nuestros mártires reclama el concurso de nuestras fuerzas.
Libertad o Muerte ¡
Agrupación ERU ( Estudiantes Revolucionarios Unidos), del liceo nocturno José Pedro Varela.

Año 1968

miércoles, 2 de abril de 2008

manifestaciones en Montevideo año 1968


ERU son la siglas de Estudiantes Revolucionarios Unidos

Testimonio de Daniel

”Nous sommes le pouvoir” era el grito que se escuchaba en las calles de Paris en 1968, corría el mayo francés, habia estallado la agitacion y la protesta en la Sorbona de paris, los estudiantes de Nanterre eran la vanguardia del levantamiento, fueron reprimidos por querer juntarse con los obreros que ya se sumaban a la protesta, las fuerzas estudiantiles se dirigen al barrio latino donde se levantan las barricadas y donde se dan los mayores enfrentamientos con la policia, los combates continuan hasta el 13 de mayo cuando las centrales obreras llaman a la huelga general bajo el lema "alto a la represión, libertad, democracia, viva la unión de obreros y estudiantes".
El año anterior habia caído en combate el comandante Ernesto Guevara, el “che”, en la selva boliviana, preso y luego asesinado por el ejército, a partir de su muerte comenzaría a gestarse algo nuevo en nuestras tierras latinoamericanas.
La consigna del ”ché” era ”crear muchos vietnams” para abrir muchos frentes de liberacion y así debilitar y luego derrotar al imperio norteamericano y sus oligarquías en Latinoamerica.
A partir de este acontecimiento, muchos romanticos de la revolucion mundial, “se fueron al mazo” como decimos en Uruguay y como la avestruz enterraron su cabeza en la tierra, otros decidieron refugiarse en las catatumbas de los partidos socialistas y comunistas, renegando de la locura de este “aventurero” argentino-cubano que casi les había hecho perder la razón.

Pero no todo estaba perdido, ya se había plantado la semilla revolucionaria y comenzaba a crecer, el espíritu revolucionario se expandía por toda latinoamerica y la gente se reunía e intentaban concretar el inicio de los diferentes frentes de liberacion, mas gente se fue “al mazo” y otros que todavía les quedaba un poquito de conciencia intentaron probar de nuevo y dejaron por un tiempo las catatumbas, se acercaron a los revolucionarios pero cuando se dieron cuenta que la cosa iba en serio, que la lucha no iba a ser planfetaria ni tampoco se trataba de sentar el culo en una silla y discutir pavadas teoricas se fueron “al mazo” por enésima vez, otros vieron la oportunidad de desaparecer para siempre y ni siquiera volvieron a sus tumbas partidarias. En este contexto lo que faltaba era gente , las revoluciones no se pueden hacer sin gente.

En aquel tiempo éramos muy jóvenes Sandra, el flaco Walter alias Jesús, eduardo , el ”chino” Jorge, yo y otros muchachos y muchachas, veníamos de diferentes lugares, prefiero hablar de lugares y no extracciones, por eso de lo de extraccion burguesa o proletaria terminos y lenguaje que desprecio totalmente, es como que alguien tuviera asegurada su condicion de revolucionario solo por su extraccion de clase, la historia demostraría mas tarde que la mayoría de los autenticos revolucionarios provenían de la clase media en todo el planeta Tierra.

El año 1968 fue un año de muchas protestas a nivel estudiantil en el uruguay, mas que nada en Montevideo, la capital, gobernaba en ese tiempo Pacheco Areco con mano dura, era el preámbulo de la inminente dictadura que sobrevendría despues, las movilizaciones se sucedían unas a otras, cada cual con mayor intensidad, en algún momento llegué a pensar que esa practica a veces llegaba a aburrir porque siempre era lo mismo ya se sabía de antemano lo que iba a ocurrir, las movilizaciones salían de preparatorios en Acevedo y Guayabo, llegaban primero hasta el canal 4 sito en Acevedo y 18 de julio, la consigna era hacerlo añicos ya que se consideraba que habia espías de inteligencia y enlace que filmaban y sacaban fotos, ”los tiras”, despues de descargar una cantidad de cocteles molotov sobre dicho establecimiento la movilizacion continuaba hacia la plaza 33 tambien llamada ”la plaza de los bomberos”, en una de sus esquinas se encontraba el cine Censa, otro objetivo clásico, de paso habia que intentar hacerlo mierda, era en ese punto geográfico donde se llevaba a cabo la mayor batalla campal contra las fuerzas represivas , el asunto era saber en que momento había que tomarse el raje, porque ahí muchos la quedaban y eran detenidos por la metropolitana, recuerdo una vuelta que en uno de esos enfrentamientos comenzamos a rajar hacia abajo , hacia Constituyente para sorpresa mía nos corrian unos milicos sin aflojar, así que crucé Constituyente y los tipos seguían corriéndonos, llegué corriendo hasta la facultad de arquitectura, pero ya los milicos habían aflojado, nunca pensé que iban a correr tanto, ahí me d í cuenta que ellos tambien se tomaban la cosa en serio, eso de reprimir.

domingo, 30 de marzo de 2008

por la memoria histórica



Mayo del 68 : Adónde ha ido a parar toda la rabia?

Mayo del 68: ¿Adónde ha ido a parar toda la rabia?

En 1968 la rabia contra la guerra de Vietnam desencadenó protestas y levantamientos en todo el mundo, de París y Praga hasta México. Tariq Alí en Sinpermiso (Para Kaos en la Red) [30.03.2008 23:06] - 36 lecturas - 0 comentarios

Tariq Alí considera el legado 40 años después en un artículo que condensa las tesis más ampliamente sostenidas en otro artículo sobre el mismo asunto que aparece en el número 3 de SinPermiso (en prensa).
Una tormenta barrió el mundo en 1968. Empezó en Vietnam, recorrió Asia y cruzó el mar y las montañas hacia Europa y más allá. Cada noche se veía en televisión cómo los Estados Unidos llevaban a cabo una guerra brutal contra un país pobre del sudeste asiático.
El impacto creciente que causó ver las bombas cayendo, las aldeas arder en llamas y todo un país arrasado con Napalm y Agente Naranja hizo estallar una ola mundial de revueltas sin igual antes o desde entonces.
Si los vietnamitas estaban derrotando al estado más poderoso del mundo, nosotros también podríamos, seguramente, derrotar a nuestros propios gobernantes: ése era el sentir general entre los más radicales de la generación de los sesenta.
En febrero de 1968 los comunistas vietnamitas lanzaron su famosa ofensiva del Tet, atacando a las tropas estadounidenses en cada gran ciudad survietnamita.
El grand finale fue la imagen de las guerrillas vietnamitas ocupando la embajada norteamericana de Saigón (Ho Chi Minh City) e izando su bandera en el tejado.
Se trataba, indudablemente, de una misión suicida, pero a la vez increíblemente valiente. El impacto fue inmediato. Por primera vez la mayoría de ciudadanos estadounidenses se dio cuenta de que la guerra era imposible de ganar. Los más pobres de ellos trajeron Vietnam a su propio hogar ese mismo verano en forma de revuelta contra la pobreza y la discriminación, cuando los guetos negros explotaron en las mayores ciudades de los Estados Unidos, en una serie de revueltas en las cuales los soldados negros jugaron un rol prominente.
Aquella chispa prendió fuego en todo el mundo. En marzo de 1968 los estudiantes de la universidad de Nanterre en Francia salieron a las calles y el Movimiento 22 de Marzo vio la luz, con dos Daniels (Cohn-Bendit y Bensaid, entonces estudiantes de Nanterre, y ambos aún en activo en la política verde o izquierdista) desafiando al león francés, Charles de Gaulle, el monárquico y distante presidente de la Quinta República, quien, en un arranque pueril, luego describiría como chie-en-lit -"mierda en la cama"- los acontecimientos en Francia que estuvieron a punto de hacerle caer. Los estudiantes empezaron reclamando reformas universitarias, luego pidieron directamente la revolución.
Ese mismo mes, en Londres, una demostración contra la Guerra de Vietnam se dirigió hacia la embajada norteamericana en Grosvenor Square. Se volvió violenta. Como los vietnamitas, quisimos ocupar la embajada, pero se había desplegado a la policía montada para proteger la ciudadela.
Tuvieron lugar enfrentamientos y el senador estadounidense Eugene McCarthy, viendo las imágenes, pidió el fin de una guerra que había llevado, entre otras cosas, a "nuestra embajada en la capital que nos es más amistosa de Europa" a ser constantemente asediada.
En comparación con lo que florecía en todos los sitios, Gran Bretaña era un espectáculo de segunda fila ("...in sleepy London Town there's just no place for a street fighting man", cantaría más tarde Mick Jagger ese mismo año): las ocupaciones en las universidades y los disturbios en Grosvenor Square no supusieron ninguna amenaza real para el gobierno laborista, que respaldaba a los Estados Unidos, aunque se negó a enviar tropas a Vietnam.
En Francia, el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre se encontraba en la cima de su influencia. Contrario a los apologistas estalinianos, argumentó que no existía ninguna razón para preparar la felicidad del día de mañana al precio de la injusticia, la opresión o la miseria hoy. Lo que se requería era un cambio ahora.
En mayo, el levantamiento de los estudiantes de Nanterre se había extendido hacia París y los sindicatos. Nosotros estábamos preparando el primer número de The Black Dwarf (1) cuando el 10 de mayo estalló la capital franceas. Jean-Jacques Lebel, nuestro sufriente corresponsal en París, que hubo de soportar los gases de la policía, nos enviaba noticias por teléfono cada pocas horas. Nos contó lo siguiente: "Se ha enviado a un conocido comentarista de fútbol al Barrio Latino a cubrir los sucesos de la noche y ha informado que 'ahora los CRS [la policía antidisturbios francesa] está cargando, están tomando por la fuerza la barricada -¡Oh Dios! Ha empezado una batalla. Los estudiantes contraatacan, podéis oír el ruido – los CRS se retiran. Ahora se están reagrupando, preparándose para cargar de nuevo. Los habitantes están arrojándoles cosas desde sus ventas y los CRS -¡Oh! La policía está respondiendo, disparando granadas contra las ventanas de los apartamentos...' cuando el productor le interrumpió: 'No puede ser cierto, ¡los CRS no hacen cosas como ésa!'
'Te explico lo que estoy viendo...' Su voz se apaga. Le han cortado la emisión."
La policía no pudo tomar el Barrio Latino, ahora bautizado como el Barrio del Heroico Vietnam. Tres días después un millón de personas ocupó las calles de París, reclamando el fin de un estado podrido y cubriendo los muros con eslóganes como "defended la imaginación colectiva", "bajo los adoquines, la playa" o "las mercancías son el opio del pueblo, la revolución el éxtasis de la historia".
Eric Hobsbawn escribió en The Black Dwarf: "Lo que nos enseña Francia es que cuando alguien demuestra que la población no es impotente, ésta puede empezar a actuar de nuevo."
Estuve planeando volar hacia París -era algo de lo que estuvimos discutiendo en la revista-, pero recibí una llamada nocturna. Una voz relamida me dijo: "No sabes quién soy, pero no abandones el país hasta que hayan pasado tus cinco años aquí o no te dejarán volver." En aquella época la ciudadanía de la Commonwealth se conseguía automáticamente después de cinco años de residencia. Y yo no completaba mis cinco años hasta octubre de 1968. El gabinete de ministros laboristas aún discutía en público si debía o no ser deportado. Algunos amigos abogados me confirmaron que no debía de abandonar el país. Clive Goodwin, el editor de nuestra revista, vetó mi viaje y fue él mismo en mi lugar quien viajó hasta París.
Fui un año después para ayudar a Alain Krivine, uno de los líderes de la revuelta de mayo de 1968, en su campaña presidencial por la Ligue Communiste Révolutionnaire. Nada más llegar al aeropuerto de Orly, volviendo de un mítin en Toulouse, la policía francesa rodeó el avión. "Espero que sea por tí, no por mí", masculló Krivine. Y lo era. Se había expedido una orden de expulsión contra mí en Francia que no fue retirada hasta mucho después, con la elección de François Mitterand.
La revolución no tuvo lugar, pero Francia fue enteramente sacudida por los acontecimientos. De Gaulle, poseedor de un fino sentido de la historia, consideró la idea de un golpe de estado: a primeros de junio voló desde una base militar a Baden-Baden, donde habían estacionadas tropas francesas, para preguntarles si le apoyarían en su decisión en caso de que París cayera en manos de los revolucionarios. Las tropas se mostraron de acuerdo, pero exigieron la rehabilitación de los generales ultra-derechistas a los cuales De Gaulle había expulsado del ejército por su oposición a la retirada del ejército francés de Argelia. Se cerró el trato. De Gaulle llegó a abofetear a su ministro de interior cuando éste sugirió que Sartre debería ser arrestado: "No se puede encarcelar a Voltaire", dijo.
El ejemplo francés se extendió, haciendo preocupar a los burócratas de Moscú tanto como a las elites dominantes occidentales. Había que hacer entrar en vereda a un grupo de gente ingobernable e indisciplinada. Robert Escarpit, el corresponsal de Le Monde, escribió el 23 de julio de 1968: "un francés que viaje al extranjero se siente tratado como un convaleciente que padece una perniciosa fiebre. ¿Cómo surgieron los sarpullidos de las barricadas? ¿Cuál era la temperatura a las cinco de la tarde el 29 de mayo? ¿Está la medicina gaullista atacando realmente las raíces de la enfermedad? ¿Hay peligro de una recaída?... Pero hay una pregunta que les cuesta formular, quizá por miedo de oír la respuesta. Todos quieren conocer, de corazón, con miedo o esperanza, si la enfermedad es contagiosa."
Era contagiosa. En Praga, los reformistas comunistas -muchos de ellos héroes de la resistencia antifascista durante la Segunda Guerra Mundial- habían proclamado aquella primavera un "socialismo con rostro humano".
El objetivo de Alexander Dubcek y de sus partidarios era democratizar la vida política de Checoslovaquia. Fue el primer paso hacia una democracia socialista, y como tal fue vista en Moscú y Washington. El 21 de agosto los rusos enviaron sus tanques y aplastaron el movimiento de reforma.
En cada capital de Europa Occidental hubo protestas. Los tabloides del Reino Unido atacaban constantemente a los izquierdistas, tachándoles de "agentes de Moscú", acusación que se vieron obligados a retirar cuando marchamos hacia la embajada soviética denunciando la invasión de Checoslovaquia vehementemente y quemando retratos del abotargado líder soviético Leonid Brezhnev. Alexander Solzhenitsyn después declararía que la invasión soviética de Checoslovaquia fue para él la gota que colmó el vaso. Entonces se dió cuenta de que aquel sistema nunca podría ser reformado desde dentro, sino que debía ser derrocado. No fue el único. Los burócratas de Moscú habían sellado su propio destino.
En México, los estudiantes tomaron sus universidades, reclamando el fin de la opresión y del gobierno unipartidista. El ejército fue enviado a ocupar las universidades, algo que hizo durante meses, convirtiéndose en el ejército más educado del mundo. El 2 de octubre -con los ojos del mundo puestos en Ciudad de México, 10 días antes de que empezaran los Juegos Olímpicos- miles de estudiantes se lanzaron a las calles para manifestarse. Una masacre empezó al atardecer. Las tropas abrieron fuego contra la multitud, que escuchaba los discursos en una de las mayores plazas de la ciudad. Asesinaron a docenas de personas y cientos de ellas resultaron heridas.
Y entonces, en noviembre de 1968, estalló Pakistán. Los estudiantes se enfrentaron al aparato estatal de una dictadura militar corrupta y decadente respaldada por los Estados Unidos (¿os suena de algo?). Se unieron a ellos trabajadores, abogados, empleados de cuello blanco, prostitutas y otros estratos sociales, y a pesar de la enorme represión (se asesinó a cientos de ellos), la lucha creció en intensidad y, al año siguiente, el Mariscal de Campo Ayud Khan fue derrocado.
Cuando llegué en febrero de 1969, el país estaba exultante de júbilo. Hablando en mítines a lo largo de todo el país junto con el poeta Habib Jalib, nos encontramos con una atmósfera muy diferente a la que había en Europa. Aquí el poder no parecía tan lejano. La victoria sobre Ayub Khan llevó a las primeras elecciones generales en la historia del país. Los nacionalistas bengalíes en Pakistán este obtuvieron una mayoría que la élite y los principales políticos del país se negaron a aceptar. La guerra civil condujo a la intervención militar de India y eso terminó con el viejo Pakistán. Blangadesh fue el resultado de esa cesárea sangrienta.
La década gloriosa (1965-1975), de la cual el año 1968 fue sólo el punto culminante, consistió básicamente en la coincidencia de tres narrativas simultáneas. Dominaba la política, pero hubo otras dos que dejaron una huella más profunda: la liberación sexual y un espíritu emprendedor de base. Cuando editaba The Black Dwarf en 1968-69 solicitábamos constantemente donaciones a los lectores. Un día un tipo vestido con una túnica entró en nuestra oficina en el Soho y sacó 25 mugrientos billetes de cinco libras, nos dio las gracias por sacar la revista y se marchó. En lo sucesivo, haría eso cada dos semanas. Al final le pregunté quién era y si había alguna razón particular que explicara su generosidad. Resultó que tenía un puesto en Portobello Road y, en relación a la razón por la que quería ayudar, muy sencillo: "El capitalismo mola tan poco, tío." Ahora el capitalismo tampoco mola y, desde luego, es mucho más agresivo.
En cierto modo, los sesenta fueron una reacción a los cincuenta, y a la intensificación de la Guerra Fría. En los Estados Unidos, los cazadores de brujas mccarthistas habían causado estragos en los cincuenta, pero ahora los escritores blacklisted, quienes figuraron en las listas negras, podían volver a trabajar; en Rusia, cientos de prisioneros políticos fueron liberados, se cerraron los gulags y los crímenes de Stalin fueron denunciados por Khruschev mientras Europa oriental temblaba excitada por la noticia y las esperanzas de una rápida reforma. Esperaron en vano.
El espíritu de renovación se extendió también al terreno de la cultura: la primera novela de Solzhenitsyn fue serializada en la revista literaria oficial, Novy Mir, y un nuevo cine se apoderó de la mayoría de Europa. En España y Portugal, gobernadas en aquella época por los fascistas favoritos de la OTAN, Franco y Salazar, la censura persistió, pero en el Reino Unido la novela de D.H. Lawrence El amante de Lady Chatterley, escrita en 1928, fue publicada en 1960 por primera vez. El libro, en su edición íntegra, vendió dos millones de copias.
Siguiendo la obra pionera de Simone de Beauvoir El segundo sexo (1949), Juliet Mitchell disparó una nueva salva en diciembre de 1966. Su largo ensayo, Women: The Longest Revolution, apareció en New Left Review y se convirtió inmediatamente en un punto de referencia, resumiendo los problemas a los que se enfrentaban las mujeres: "En las sociedades industriales avanzadas, el trabajo de las mujeres es marginal con respecto a la economía global... se ofrece a las mujeres un universo de su propiedad: la familia. Como la mujer misma, la familia aparece como un objeto natural, pero en realidad es una creación cultural... Los dos pueden ser exaltados, paradójicamente, como ideales. La 'verdadera' mujer y la 'verdadera' familia son imágenes de paz y abundancia, cuando en realidad ambas pueden albergar violencia y desesperación."
En septiembre de 1968 feministas estadounidenses interrumpieron el concurso de Miss Mundo en Atlantic City, un toque de atención del movimiento de liberación de la mujer que cambiaría la vida de las mujeres al reclamar reconocimiento, independencia y una voz igual a la del hombre en un mundo dominado por ellos. La portada del número de enero de 1969 de Black Dwarf dedicó el año a la mujer. En su interior publicamos la firme llamada a las armas feminista de Sheila Rowbotham. (Cuando escribo estas líneas, la profesora Rowbotham, ahora una distinguida académica, ve peligrar su trabajo por los repugnantes, grises contables que dirigen hoy la Universidad de Manchester. Nos encontramos en una época de universidades facturadas en serie en las que las celebridades cobran auténticas fortunas por impartir ocho horas a la semana y los genuinos estudiosos son arrojados sin contemplación a la basura.)
Y sí, también estaba el principio de placer. Que los sesenta fueron hedonistas es indiscutible, pero lo fueron de una manera diferente a la fórmula comercializada de hoy. En aquella época el hedonismo supuso una ruptura con el puritanismo hipócrita de los cuarenta y cincuenta, cuando los censores prohibían mostrar a las parejas casadas compartiendo una cama en la pantalla del cine y los pijamas eran obligatorios. Una época de agitación radical desafía todas las restricciones. Siempre fue así.
En el Londres del siglo XVIII, que en tantas cosas prefiguraba al Londres posterior, la experimentación sexual requería la tapadera de iglesias que se alejaran de la ortodoxia, como los moravianos o los surrealistas swedenborgianos (para los cuales el "amor por lo sagrado" tenía su mejor expresión en la "proyección del semen"): ambas predicaban las virtudes de combinar el éxtasis religioso y sexual. Las orgías sexuales eran una característica habitual en los rituales moravianos, de acuerdo a los cuales la penetración sexual era similar a penetrar en las heridas de Cristo. William Blake y su círculo estuvieron profundamente implicados en todo ello y algunas de sus pinturas que representaban este mundo fueron censuradas en la época. Espero que todo esto no llegue tan lejos como para escandalizar a mi viejo amigo Tony Benn (2) y quienes cantan Jerusalem sin darse cuenta de su significado oculto:
Bring me my bow of burning gold!
Bring me my arrows of desire!
Bring me my spear!
[¡Traedme mi arco de oro ardiente!/ ¡Traedme mis flechas de deseo! / ¡Traedme mi lanza!]
La homosexualidad en el Reino Unido fue despenalizada en 1967. Aparecieron los movimientos de liberación homosexual, con activistas que exigían el fin de toda la legislación homófoba, y empezaron a organizarse los desfiles del Orgullo Gay, inspirados en las luchas de los afroamericanos por la igualdad de derechos y su orgullo negro (black pride). Todos los movimientos aprendían los unos de los otros. Los avances en los derechos sociales, los movimientos feministas y gay, todo aquello se da hoy por sentado, tuvo que ser ganado en una lucha en las calles contra unos enemigos que estaban combatiendo una "guerra contra el horror".
La historia raramente se repite, pero su eco nunca desaparece. En el otoño del 2004, cuando me encontraba en una gira de conferencias por los Estados Unidos que coincidía con la campaña de reelección de Bush, en una concentración antiguerra en Madison percibí un eco muy directo de todo aquello en una pegatina que vi en un automóvil: "Iraq quiere decir Vietnam en árabe" (Iraq is Arabic for Vietnam). El ingeniero de sonido de la sala, un mexicano-americano, me susurró al oído, orgulloso, que su hijo, un marine de 25 de años, acababa de regresar de su servicio como soldado en la ciudad sitiada de Fallujah en Irak, escenario de horribles masacres de soldados estadounidenses, y que aparecería en el mítin. No lo hizo, pero apareció después con un par de amigos, ambos civiles. Pudo ver como la sala estaba llena de activistas antiguerra y antibush.
El joven marine de pelo rapado, G, narró historias de entrega y coraje. Le pregunté por qué se había unido al cuerpo de marines. "Para la gente como yo no hay otra elección. Si me hubiera quedado aquí, me hubieran matado en las calles o hubiera terminado en la cárcel cumpliendo condena de por vida. El cuerpo de marines salvó mi vida. Me entrenaron, se preocuparon por mí y me cambiaron completamente. Si hubiera muerto en Irak, al menos sería el enemigo quien me hubiera matado.
En Fallujah todo en lo que podía pensar era en cómo mantener a los hombres bajo mi mando a salvo. Eso era todo. Muchos de los chavales que se manifiestan por la paz aquí no tienen problemas. Van a la universidad, se manifiestan y pronto se olvidan de todo en cuanto consiguen un trabajo bien pagado. Para la gente como yo no es tan fácil. Creo que debería existir una leva. ¿Por qué sólo los jóvenes pobres tienen que estar allí? De todos los marines con los que he trabajado, quizá sólo un cuatro o cinco por ciento eran verdaderos fanáticos amantes de la bandera. El resto de nosotros está haciendo un trabajo, lo está haciendo bien y esperando volver sin ser KIA [killed in action, asesinado en combate] o herido."
Después G se sentó en un sofá entre dos hombres mayores, ambos ex combatientes. A su izquierda estaba Will Williams, de sesenta años, nacido en Mississipi, quien se alistó en el ejército a los 17 años. Estaba seguro que de no haber abandonado Mississipi el Ku Klux Klan o cualquier otro grupo racista le hubiera asesinado. Él también me explicó que el ejército "le había salvado la vida." Después de un período de servicio en Alemania fue enviado a Vietnam. Herido en combate, recibió el Corazón Púrpura y dos estrellas de bronce; también empezó a cambiar de idea cuando se unió a la rebelión de las tropas negras en Camranh Bay en protesta contra el racismo dentro del ejército estadounidense.
Tras un difícil período de adaptación, Williams empezó a leer seriamente política e historia. Sintiendo que el país le había engañado una vez más, él y Dot, su colega de más de 43 años, se unieron al movimiento opositor a la guerra de Irak, llevando sus voces de coro de gospel a los mítines y manifestaciones.
A la derecha de G estaba Clarence Kailin, que aquel verano cumplía 90 años, uno de los pocos supervivientes que quedan de la Brigada Abraham Lincoln que luchó en el bando republicano durante la Guerra Civil española. Él también estuvo participando activamente en el movimiento contra la guerra de Irak. "Hicimos nuestro viaje en secreto, incluso para nuestras familias. Fui conductor de camión, luego soldado de infantería y después camillero por un corto período de tiempo. Vi muy de cerca la brutalidad de la guerra. De los cinco de Wisconsin que vinieron a España conmigo, dos murieron... después vino Vietnam, y aquella vez los chicos de aquí murieron en el lado equivocado. Ahora tenemos Irak.
La cosa está muy mal, pero aún creo que hay una bondad innata en la gente, por la cual tantos pueden romper con un pasado indigno."
En el 2006, después de servir de nuevo en Irak, G no pudo aceptar más cualquier otra justificación de la guerra. Admiraba a Cindy Sheenan y al grupo "Familiares de soldados contra la guerra", el grupo antiguerra en activo más efectivo y constante en todos los Estados Unidos.
Una década antes de la Revolución Francesa, Voltaire observó que "la historia son las mentiras con las que estamos de acuerdo." Poco acuerdo hubo después respecto a cualquier cosa. El debate sobre el 68 fue recientemente reavivado por Nicolas Sarkozy, quien fanfarroneó asegurando que su victoria en las elecciones presidenciales del año pasado era el último clavo en el ataúd del 68. La cortante respuesta del filósofo Alain Badiou fue comparar al nuevo presidente de la república con los Borbones de 1815 o el Mariscal Pétain durante la guerra. Ellos también hablaron de clavos y ataúdes.
"El Mayo del 68 nos impuso el relativismo moral e intelectual", declaró Sarkozy. "Los herederos del Mayo del 68 impusieron la idea de que no había ninguna diferencia entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la belleza y la fealdad. La herencia del Mayo del 68 introdujo el cinismo en la sociedad y en la política."
Incluso culpó al legado del Mayo del 68 de las sórdidas y codiciosas prácticas empresariales. El ataque del Mayo del 68 a los estándares éticos ayudó a "debilitar la ética del capitalismo, a preparar el terreno para el capitalismo sin escrúpulos de los paracaídas dorados con los que se equipan los empresarios más canallas." Así que la generación de los sesenta es de golpe la responsable de Enron, Conrad Black (3), la crisis de las hipotecas subprime, Northern Rock, los políticos corruptos, la desregulación, la dictadura del "libre mercado" y de una cultura estrangulada por el oportunismo más descarado.
La lucha contra Vietnam duró 10 años. En el 2003 la gente salió a la calle de nuevo en Europa y América, incluso en un número mayor, para intentar detener la guerra de Irak. El ataque preventivo falló: el movimiento careció de la fuerza y de la resonancia de sus predecesores. En 48 horas había prácticamente desaparecido, poniendo de relieve cómo los tiempos han cambiado.
¿Hubo sueños y esperanzas en 1968 o no fue todo más que una vana fantasía? ¿O la cruel historia abortó algo nuevo que estaba a punto de nacer? Revolucionarios –anarquistas utópicos, castristas, toda suerte de trotskistas, maoístas de toda laya– quisieron el bosque completo. Los liberales y los socialdemócratas se agarraron a un sólo árbol. El bosque, nos advertían, era una distracción, demasiado vasto e imposible de definir, mientras que un árbol era un trozo de madera que podía ser identificado, mejorado y convertido en una silla o una mesa. Ahora el árbol también se ha ido.
"Sois como los peces que sólo ven el anzuelo y no el sedal", les respondíamos, burlándonos. Nosotros creíamos -y seguimos creyendo- que la gente no debería ser juzgada por sus posesiones materiales, sino por su habilidad para transformar la vida de otros, la de los pobres y los no privilegiados; que la economía necesitaba ser reorganizada en interés de la mayoría y no de la minoría; y que el socialismo sin democracia nunca funcionaría. Por encima de todo, creíamos en la libertad de expresión.
Muchas de estas cosas parecen utópicas hoy y algunas, para quienes 1968 no fue lo suficientemente radical en aquella época, han capitulado al presente y, como los miembros de las antiguas sectas que pasaban con una pasmosa facilidad del libertinaje ritual a la castidad, ahora ven en cualquier forma de socialismo la serpiente que tentó a Eva en el paraíso.
El colapso del "comunismo" en 1989 creó la base para un nuevo acuerdo social, el Consenso de Washington, por el cual la desregulación y la entrada del capital privado en el hasta ahora dominio sagrado de los recursos públicos se convierte por doquier en norma, haciendo superflua a la socialdemocracia y amenazando al proceso democrático mismo.
Algunos, que entonces soñaron con un futuro mejor, simplemente se han rendido. Otros dan su apoyo a la amarga máxima de que "o cambias o nunca te ganarás la vida" (unless you relearn you won't earn). La intelligentsia francesa, que de la Ilustración en adelante hizo de París el taller político del mundo entero, lidera hoy la retirada en todos los frentes. Los renegados ocupan cargos en cada gobierno occidental defendiendo la explotación, las guerras, el terrorismo estatal y las ocupaciones neocoloniales; otros ahora retirados de la academia se han especializado en producir basura reaccionaria en la blogosfera, empleando el mismo celo con el cual excorcizaban a las facciones rivales en la extrema izquierda. Tampoco es nada nuevo. La respuesta de Shelley a Wordsworth, quien tras dar la bienvenida a la Revolución Francesa se retiró a un conservadurismo pastoral, lo expresaba bien:
En la pobreza honrada tu voz urdía
Cantos a la libertad y a la verdad
Que abandonaste y no me deja de afligir
Porque lo que eras ha tenido caducidad.
NOTAS DEL TRADUCTOR:(1) The Black Dwarf fue un semanario político-cultural publicado en el Reino Unido entre mayo de 1968 y mayo de 1972. The Black Dwarf tomó su nombre de una publicación política radical del siglo XIX, con la que estableció continuidad, figurando en la portada del número de mayo del 68, "vol. 13, nº 1". Por sus páginas pasaron Clive Goodwin, Robin Fior, David Mercer, Mo Teitlebaum, Adrian Mitchell, Sheila Rowbotham, Sean Thompson, Roger Tyrrell y Fred Halliday entre otros. Tariq Alí fue su editor hasta 1970, cuando una escisión en el seno de la revista le llevó a fundar con otros miembros de la redacción The Red Mole. (2) Tony Benn (n. 1925), político socialista. Fue secretario de estado para la industria y secretario de estado para la energía en los gobiernos laboristas de Harold Wilson y James Callaghan. Actualmente es representante del ala izquierda (o Old Labour, en contraposición al New Labour de Tony Blair y sus partidarios) del Partido Laborista británico. (3) A diferencia de Enron, Northern Rock o las hipotecas subprime, el escándalo protagonizado por Conrad Moffat Black (1944) no ha tenido la misma repercusión mediática en el Reino de España. Como accionista mayoritario de Hollinger International Inc., Conrad Black llegó a controlar los diarios Daily Telegraph, Chicago Sun Times, Jerusalem Post, National Post y cientos de cabeceras locales en los Estados Unidos. A través de varias sociedades fiscales Black llegó a defraudar más de 6 millones de dólares a los accionistas de Hollinger International Inc., delito por el que fue detenido y juzgado en el 2007 por tres cargos de fraude fiscal y uno de obstrucción a la justicia.
NOTAS DEL TRADUCTOR:(1) The Black Dwarf fue un semanario político-cultural publicado en el Reino Unido entre mayo de 1968 y mayo de 1972. The Black Dwarf tomó su nombre de una publicación política radical del siglo XIX, con la que estableció continuidad, figurando en la portada del número de mayo del 68, "vol. 13, nº 1". Por sus páginas pasaron Clive Goodwin, Robin Fior, David Mercer, Mo Teitlebaum, Adrian Mitchell, Sheila Rowbotham, Sean Thompson, Roger Tyrrell y Fred Halliday entre otros. Tariq Alí fue su editor hasta 1970, cuando una escisión en el seno de la revista le llevó a fundar con otros miembros de la redacción The Red Mole. (2) Tony Benn (n. 1925), político socialista. Fue secretario de estado para la industria y secretario de estado para la energía en los gobiernos laboristas de Harold Wilson y James Callaghan. Actualmente es representante del ala izquierda (o Old Labour, en contraposición al New Labour de Tony Blair y sus partidarios) del Partido Laborista británico. (3) A diferencia de Enron, Northern Rock o las hipotecas subprime, el escándalo protagonizado por Conrad Moffat Black (1944) no ha tenido la misma repercusión mediática en el Reino de España. Como accionista mayoritario de Hollinger International Inc., Conrad Black llegó a controlar los diarios Daily Telegraph, Chicago Sun Times, Jerusalem Post, National Post y cientos de cabeceras locales en los Estados Unidos. A través de varias sociedades fiscales Black llegó a defraudar más de 6 millones de dólares a los accionistas de Hollinger International Inc., delito por el que fue detenido y juzgado en el 2007 por tres cargos de fraude fiscal y uno de obstrucción a la justicia.

Tariq Alí es miembro del consejo editorial de Sin Permiso.